con su ceño furibundo!
Ese párrafo se compone unicamente de
frases exclamativas que subrayan la
queja del protagonista, la referencia al
« mundo », al « mortal » y el
« hombre »
permite la generalización de su discurso.
Después Don Álvaro empieza a explicar lo de su mal
estado, « Parece » permite
iniciar un discurso más detallado y
personal del protagonista :
Parece, sí, que a medida
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que es más dura y más
amarga,
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más extiende, más alarga
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el destino nuestra vida.
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Si nos está concedida
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sólo para padecer,
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y debe muy breve ser
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la del feliz, como en
pena
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de que su objeto no
llena,
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¡terrible cosa es nacer!
Se trata aquí de introducir el tema del destino, que
parece ser el problema de
Don Álvaro. El destino que
« amarga » y « alarga » la vida se opone a breves
momentos de felicidad, el verbo « debe » muestra la obligación y
la fatalidad
que comporta el destino. El protagonista acaba diciendo « ¡terrible
cosa
es nacer! » amplificando su situación determinada por un
destino
incontrolable.
Se trata poco a poco de introducir el
tema del amor y de su desgracia, para
eso Don Álvaro empieza a oponer su éxito en la vida social y su fracaso en la
vida sentimental :
Al que tranquilo,
gozoso,
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vive entre aplausos y
honores,
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y de inocentes amores
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apura el cáliz sabroso;
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cuando es más fuerte y
brioso,
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la muerte sus dichas
huella,
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sus venturas atropella;
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y yo, que infelice soy,
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yo, que buscándola voy,
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no pudo encontrar con
ella.
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Mas ¿cómo la he de
obtener,
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¡desventurado de mí!,
pues cuando infeliz
nací,
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nací para envejecer?
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Don Álvaro describe su vida « entre
aplausos y honores » y « inoncentes
amores », con el adjetivo « inocentes »
subraya la legitimida de sus amores
y de su comportamiento, así
intensifica su incompresión de su destino triste
en amor. Surge un
vocabulario que remite a la destrucción como « atropella »,
« sus dichas huella » para intensificar las consecuencias que
sufre el personaje,
y esas consecuencias matan hasta sus esperanzas. Con
preguntas retoricas
« ¿cómo la he de obtener, ¡desventurado de mí!, pues
cuando infeliz nací,
nací para envejecer? » la fatalidad engloba
toda su vida desde el nacimiento
y revela el pesimismo del personaje, su
dolor le impede relativizar y ve su
existensia como una desgracia. La exclamación
incluida en la pregunta
rétorica enfatiza el pesimismo y la injusticia
que exprime el personaje.
Para intensificar la injusticia de su
triste destino Don Álvaro presenta sus
orígines y su niñez:
Si aquel día de placer
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(que uno solo he disfrutado),
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Fortuna hubiese fijado,
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¡cuán pronto muerte precoz
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con su guadaña feroz
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mi cuello hubiera segado !
[…]
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que una cárcel fue mi cuna
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y fue mi escuela el desierto.
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Entre bárbaros crecí,
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y en la edad de la razón,
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a cumplir la obligación
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que un hijo tiene, acudí;
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mi nombre ocultando, fui
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(que es un crimen) a salvar
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la vida, y así pagar
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a los que a mí me la dieron,
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que un trono soñando vieron
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y un cadalso al despertar.
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Entonces, risueño un día,
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uno solo, nada más,
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me dio el destino, quizás
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con la intención más impía.
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Así en la cárcel sombría
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mete una luz el sayón,
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con la tirana intención
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de que un punto el preso vea
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el horror que le rodea
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en su espantosa mansión.
Los momentos felices fueron muy
cortos « un día », « un solo,
nada mas » y se
oponen a la larga infancia comparada a una « cárcel » y
« un desierto ». Con la metáfora de la « cárcel
sombría » el protagonista
pierde toda esperanza en la vida y llega
a pensar que el destino le dio un
poco de felicidad para que sienta
mejor su actual desgracia.
Después
de haber expuesto sus historia, sus desgracias y la injusticia de
su
situación, como ultimo remiendo llama a su amada :
pide ayuda a su
amada :
Socórreme, mi
Leonor,
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gala del suelo
andaluz,
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que ya eres ángel
de luz
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junto al trono del
Señor.
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Aunque
Leonor sea la causa del sufrimiento de Don Álvaro, su
nombre
aparece al final del monólogo y se compara a la
« gala » un elemento festivo
que ilumina el discurso oscuro y
pesimista del protagonista. Leonor está
presentada como la solución única
que puede salvar a Don Alvaro pero
como él piensa que murió su amada,
entonces no le queda más esperanza
y su grito « Socróreme, mi
Leonor » transmite la decepción que lleva en
su mismo el
caballero.
A modo de conclusión, en este monólogo,
Don Álvaro
se presenta como
victima de un destino que no merece, relata su pasado
y sus actos caballeros
para insitir sobre la injusticia que vive. Su
mal estar le empuja a ver su vida
con un punto de vista pesimista, así
solo espera a la muerte que además no
quiere de él.
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